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Entrevistas

31 de Mayo de 2024

Ximena Rivas regresa a Mega con la teleserie Juego de ilusiones: “Empezar a hablar y a discutir cuánto gana el que está al lado mío es importante”

Fotos: Felipe Figueroa

Tras siete años de ausencia, la actriz está de vuelta en los elencos de Mega. Llega para integrarse a la telenovela “Juego de ilusiones”, donde interpretará a la madre de la villana Alana Rumián, a cargo de Dayana Amigo. En esta entrevista recuerda el hito que la alejó de ese canal y se declara entretenida en el regreso: “He llegado a un momento en mi vida en que solo quiero disfrutar lo que hago”. También dice que la ficción local pasa por un momento bisagra, en el que la industria tiene el desafío de encontrar cómo reflejar la realidad que hoy vive Chile. Aboga, además, por la necesidad de buscar protocolos que ayuden a evitar el juicio social, “que se hace desde la violencia más absoluta”, en casos de denuncias de abuso sexual como las de los actores Willy Semler y Cristián Campos.

Por Jimena Villegas

Si alguien pidiera hacer una síntesis o buscar un carácter para este encuentro periodístico con la actriz Ximena Rivas Hanson (60), hay algo que se hace imposible no decir y es, más o menos, lo que sigue. En algún minuto, no se sabe cuándo, pero de verdad pasa, el ruido de la cafetería, ese rumor de gente circulando y de tazas tintineando, sencillamente desaparece. El entorno que rodea la conversación durante una tarde de jueves, en el rincón de un local público, queda cubierto por la atmósfera que ella es capaz de proyectar. A partir de ese momento, sólo permanecen el brillo intenso de su mirada detrás de los anteojos de diseño y el tono semi agudo de su énfasis cuando dice “sí pues”, para reafirmar alguna cosa.

Es decir, cuando Ximena Rivas parece entusiasmarse se nota. Algo cambia, algo la moviliza. Tal vez es que recita un trocito del monólogo “Amanda Labarca”, que protagoniza en teatro. O a lo mejor es porque habla de la obra “¿Por qué no se van?”, con Bastián Bodenhöfer, sobre hijos de 38 años que quieren dejar la casa de los padres. O es, quizá, que está contando cómo llegó al oficio de actriz fortuitamente porque jamás, hasta que tuvo por delante la postulación, se lo planteó siquiera.

“La primera obra de teatro que vi -cuenta- fue ‘Carrascal 4.000’, con Oscar Hernández, que era amigo de mi mamá, en cuarto medio”. Tenía 16 años. Dice que quería ser periodista pero que, como no le alcanzó el puntaje, se metió a teatro: “Y aquí estoy”. Está convencida, en todo caso, de que le habría ido igual de bien en lo que fuera: “Creo uno puede hacer muchas cosas bien. Somos unos diamantes. Depende de dónde ponemos las fichas, eso se va alimentando y va creciendo. Podemos ser muy buenos en muchas cosas. Depende de cuánto te dedicas, de cuánto le pones pasión y corazón a lo que haces, y cuán exhaustiva y dedicada y con foco eres”.

Para esta etapa de su vida, uno de sus grandes focos estar bien, sentirse feliz. Parte de esa felicidad está atada al momento profesional, que la tiene de regreso en el área dramática de Mega. Ximena Rivas sonríe y afirma: “Cuando digo sí, decido pasarlo bien, sin ningún cuestionamiento, sin juicio ni nada, inmediatamente. Creo que he llegado a un momento en mi vida en que solo quiero disfrutar lo que hago, y me encanta lo que hago”.

Rivas está de vuelta en la estación del holding Bethia para formar parte del elenco de la telenovela “Juego de ilusiones”, que viva los inicios de su temporada número 3. “El público, en verdad, no se va a enterar de eso, porque son capítulos continuos. Está escrita a la usanza de ‘Verdades ocultas’, otra teleserie que duró muchos años”, explica la actriz, quien debuta este viernes en pantalla.

“Verdades ocultas” se extendió, en efecto, por cinco años, entre 2017 y 2022. Ahora “Juego de ilusiones”, que es una suerte de thriller cuya largada se detona a partir de una infidelidad matrimonial, sigue esa línea. Debutó el 16 de enero de 2023 y está ya en el capítulo 351. Va de lunes a viernes, a las 15:30 horas, y en su elenco hay cerca de una veintena de actores principales. En ambos melodramas la clave no es sólo la vehemente sucesión de eventos oscuros, al más puro estilo culebrón clásico, sino también la aparición y desaparición de personajes.

Un sitio web especializado -Chilenovelas- lleva contabilizados cinco asesinatos a manos de un solo rol: el de Alana Rumián, que es interpretada por la actriz Dayana Amigo. Ese personaje está en directa relación con el que esta vez le corresponde a Ximena Rivas: “Soy Patricia Hurtado y la mamá Alana, que es la líder y la reclusa más mala del país. Aunque no puedo decir a qué, sí puedo decir que vuelvo a Chile”, explica.

-¿Quizá puede decir si vuelve a Mega a ser buena o mala?

-Mira, nunca encuentro que los personajes son malos. Para poder defenderlos hay que encontrarles, y esa ha sido la pega con esta Patricia Hurtado. Puede tener algunas conductas reprochables, pero nadie se levanta en la mañana mirándose al espejo y diciendo: ¡qué malo soy! Siempre hay razones, siempre hay justificaciones, hay vida, historias, biografía, sucesos que te marcan o te moldean de una manera. A lo mejor para otra escala de personas hay ciertos valores que pueden ser cuestionables. Pero tú haces lo que puedes con las herramientas que tienes en el momento en que te toca vivir. Entonces, parto siempre de esa base con los personajes, para poder quererlos y defenderlos y hacerlos con verdad.

-Los actores dicen eso. Hay que querer al personaje, incluso al peor de todos, para encontrarle aquello que lo hace humano.

-Exacto, porque son humanos. Son, como decía Andrés Pérez, una selección nacional de un tipo humano que tenemos que defender a morir, porque hay razones para que cada quien haga lo que hace en su vida y el juicio no puede ser, desde ningún punto de vista, desde el actor. Hay cosas que va a defender por amor también, porque los personajes aman, lloran, sufren.

Rivas afirma que está entretenida con el desafío que representa Patricia Hurtado, un personaje que entra a hacer un quiebre dentro de “Juego de ilusiones”: “Me encanta”, dice. Añade que su aterrizaje viene de la mano del actor Alonso Quintero, quien interpretará a su hijo. Y agrega que aceptó encantada la convocatoria, que fue hecha por el director Víctor Huerta: “Entro a jugar ahí, en primera línea, con Carola Arregui como protagonista, con Julio Milostich, con un grupo de amigos queridos muy grande”.

***

Hay un hecho cierto. Ximena Rivas no tuvo la ocasión de estar en alguna de las siete temporadas de “Verdades ocultas”, porque durante siete años no formó parte de los equipos de Mega. Optó por dar un paso al costado a fines de 2017, durante el proceso de grabación de la telenovela nocturna “Perdona nuestros pecados”, que también vivió un alargue dado su buen resultado de audiencia. Ella pidió un aumento salarial por seguir interpretando a la estricta y solitaria directora del colegio para señoritas del ficticio pueblo Villa Ruiseñor, “un personaje precioso”, afirma. Pero no lo consiguió. Su Guillermina Márquez fue asesinada durante la emisión del miércoles 29 de noviembre de ese año.

Hoy, Rivas dice que en esta vuelta se ha sentido valorada, algo que considera vital: “Para mí ha sido muy lindo. A mí, más que la distancia de que te dejen de llamar, o incluso a lo mejor eso ni siquiera existió, porque hay un margen de cosas que uno desconoce, era dejar de ver a la gente con la cual me formé. Eso es lo que más me dolía a nivel emocional. Tanto por amigos actores como por todo el equipo de dirección y de producción. El vínculo emocional es grande”.

-Dejar Mega fue bien polémico. ¿Cómo lo recuerda?

-Fue duro, difícil. Fueron momentos en que sentí que era importante hablar de lo que había que hablar, que era el tema de los sueldos. La brecha salarial estaba muy en el aire. Siempre voy con la verdad adelante y hablo con las personas que hay que hablar. Jamás he hecho nada que no considere que es importante para mí decir. En ese sentido fue así, y fue muy bueno. Tuvo muchas consecuencias positivas, porque se abrió un tema país, no era necesariamente un tema de nuestro gremio. Había salido justo el libro que hizo la ONU con el estudio de la brecha salarial, que se centró en Chile. El tema estaba, pero nadie lo hablaba mucho.

Pasaron muchas cosas coincidentes, como que se filtraron los sueldos y me di cuenta de que había una diferencia tremenda. Entonces, sentí la necesidad de decir. No fue nada pensado. Amo mi trabajo y siento que es muy importante mantener una industria sana. Era, desde ese lugar, donde quería aportar.

-¿No sintió algún arrepentimiento? Se le habrán cerrado puertas. ¿O no fue así?

-Mira, cuando se cierra una puerta se abren otras. Hice muchas cosas muy hermosas todos estos años. De hecho, trabajé en otras teleseries, en otros canales. Hice mucho coaching de empoderamiento femenino, porque también eso se relacionaba con lo mismo. Cuánto nos valoramos, cuánto nos queremos, cuánto nos hacemos valer dentro de entornos muy masculinizados o muy prohombre, sobre todo en el sentido de los sueldos. Nunca paré de hacer teatro y otros trabajos alternativos, como el de líderes a nivel de Chile con la fundación de Ricardo Lagos. Dirigí la vinculación de mujeres líderes en siete zonas de nuestro país.

-¿Volvería a irse si tuviera que vivirlo de nuevo?

-Más que volver a irme, siempre estoy diciendo lo que me nace del corazón decir. No lo enfoco tanto como un acto de rebeldía.

-Así fue interpretado un poco.

-Puede ser, pero es malinterpretado. Para mí era muy importante poner el tema en el tapete. No fue caprichoso, porque es un tema que como país todavía no solucionamos. No sabemos todavía cómo hacerlo. Entonces, empezar a hablar y a discutir cuánto gana el que está al lado mío es importante.

-Hay quienes sostienen que los humanos no podemos evolucionar individualmente, sino que lo hacemos en colectivo. Tal vez está pendiente que el conjunto actoral se haga el cuestionamiento.

-Lo que pasa es que nosotros estamos en una situación delicada siempre, porque no funcionamos como sindicato. Recién hace dos años fuimos reconocidos como trabajadores, imagínate. Entonces, no está el tema de entender este trabajo como un todo que va avanzando. Somos un grupo minúsculo de privilegiados los que tenemos aún acceso a la televisión, que es lo que más da económicamente.

Hay una enorme cantidad de actores y actrices que no tienen acceso, que tienen que bregar duro cada mes, haciendo clases, talleres, obras de teatro para poder generar un sueldo para sostener una casa. Entonces, todos vivimos realidades muy distintas, muy difíciles de unificar en un criterio común en relación a los sueldos. Aquí eres solamente tú, con tu conciencia, con tus necesidades, no enjuiciables desde ningún tipo de punto de vista, porque cada cual tiene su realidad.

***

Con la telenovela “Verdades ocultas”, Mega desarrolló para Chile una fórmula que aquí sólo conocíamos de referencia: la de las teleseries larguísimas, que logran capturar a las audiencias incluso durante décadas. De todos modos, ni con esa primera apuesta -en la que hubo incluso un salto de 25 años entre las temporadas 5 y 6- ni con “Juego de ilusiones”, la estación privada local ha llegado tan lejos como la cadena estadounidense CBS, que mantuvo al aire “Guiding Light” desde 1952 hasta 2009, después de haberla emitido desde 1937 a 1956 por radio. La compañía norteamericana cuenta, debido a esos hitos, con un récord Guiness.

En Chile, esta apuesta por realizar telenovelas de largo aliento coincide con el decaimiento y fin de casi todas áreas dramáticas locales. En los últimos años, la industria chilena dejó de ver competencias a muerte entre productos que tenían 80 o 100 capítulos, en horarios vespertinos y con elencos de hasta 50 actores. TVN, una estación que marcó hitos de rating aun no superados y llegó a tener teleseries que hoy son emblema por su capacidad de apelar a las audiencias, cerró su factoría después de un lento declinar. En esos icónicos equipos se formaron Ximena Rivas y María Eugenia Rencoret, quien es hoy la directora ejecutiva del área dramática de Mega, el único canal que mantiene una verdadera cadena productiva.

-Mega hizo una innovación con las largas temporadas. No se soñaba siquiera con algo así cuando usted partió en las teleseries.

-Exacto. Se grababan ocho meses y tenían un principio y un final. Había una industria muy activa, con dos teleseries por año en cada canal. Era un hacer, hacer, hacer continuo con nuevas historias, nuevas ideas. Creo que también coincidía con un momento de nuestro país, en que estaban cambiando muchas cosas y había que poner mucho contenido que iba cambiando rápidamente. Por ejemplo, la inclusión del VIH o el amor homosexual que vimos por primera vez en teleseries.

Hoy -dice Ximena Rivas- la industria está en un momento bisagra de búsqueda y los realizadores están apostando por fidelizar para sostener: “El espectador está constantemente viendo una historia que avanza y avanza y que nunca termina, porque te encariñas con los personajes y porque la historia puede seguir eternamente. En ‘Verdades ocultas’, por ejemplo, creo que fui la única que no estuve. Pasaron todos los actores de Chile y es fantástico, porque hay público para aquello y porque hay pega para nuestro gremio”.

-Trabajó con el director Vicente Sabatini en TVN. Hoy existe un echar de menos su trabajo. ¿Está merecido?

-Sin duda. Hubo un trabajo muy pensado, muy metodológico, de lo que se quería hacer como área dramática, de cómo resaltar a los grupos marginados de la sociedad, que cada teleserie fuera un tema país y con eso generar identidad y pertenencia. Cada teleserie era un trabajo de un equipo muy grande, multidisciplinario. Avanzábamos todos hacia más, más, más, y los resultados están a la vista. Tú todavía ves una teleserie como “Pampa ilusión”, que es hermosa. Éramos nosotros, era Chile.

-¿Se puede ser muy nostálgico y afirmar que las telenovelas van a peor?

-Son otros momentos. No sé si hoy la gente quiera hablar de aquello que hablábamos en los años 90, creo que no. Hay que hablar de otras cosas y en esa búsqueda está la televisión. Con los guionistas encontrando, cuando hay otros temas en la palestra nacional. Temas como el miedo, la inseguridad, el no saber para dónde va el país, el cambio climático, la incertidumbre, la pandemia. Es otro país. En la ficción hay un desafío muy grande de entrar en concordancia con aquellos temas, pero a la vez seguir siendo artístico y siendo entretenido. Estamos en medio de la búsqueda.

-Mega acaba de comprarle contenido de teleseries a TVN. Para algunos implica que no hay ideas para hacer algo nuevo y tienes que comprar lo antiguo.

-Creo que son apuestas. Se está buscando formas de incluir contenidos. Ver si hay una resonancia de público al reeditar estas teleseries con otros actores, pero con un refresh. Me imagino que igual van a tener una mirada de hoy. Si tú vuelves a hacer un Shakespeare tienes que tener una mirada personal. Además, hay que hacerlo, porque hoy no tienes el presupuesto de las mega producciones de aquellos tiempos. Espero que les vaya fantástico porque, si encuentran resonancia con el público, eso va a ser una línea a tomar. En ese sentido, Mega bajo la dirección de la “Quena” Recoret ha sido muy busquilla. No se ha detenido nunca y eso es muy valorable. La audiovisual ha sido una industria muy golpeada. Todos cayeron en el golpe del palitroque y Mega sigue dando espacios laborales y generando producción nacional.

-Usted planteó en algún momento que es ingenuo pensar que los actores no pueden ser también un producto. ¿Pueden? ¿Deben?

-Creo que es individual. Cada cual sabe dónde le aprieta el bolsillo y desde dónde quiere vivir su vida y trabajar y a qué vincularse para poder sostener su casa, porque finalmente es económico. Personalmente, por la formación que tengo, siempre he preferido que lo que uno hace a nivel artístico diga algo. Tiene que implicarme, tiene que transformar, tiene que buscar preguntas y respuestas, las que sean en el momento. Ir en el camino de aportar a la sociedad en la que vivimos en el desarrollo de temas que son difíciles de hablar. Que la ficción nos permita ser una punta de lanza para ir abriendo camino hacia nuevas formas de ser.

-Eso es lo que plantean los actores de la vieja escuela, de la escuela tradicional.

-Claro, sin duda. Me ha tocado hacer clases y hoy día es otro mundo. Cuesta mucho hablar de esto. Sigo creyendo que la labor del arte en cualquier país es ayudar a hacernos mejores personas, mejores ciudadanos, a entregar conciencia. Y eso no descarta la entretención, implica la entretención. Pero el contenido que lo sostiene es desde dónde quiero decir, desde dónde quiero hablar, desde dónde quiero hacer. Yo siempre trato, a través de mi trabajo de actriz, de mi personaje, de aportar. Darle verdad, contenido, razones a mi personaje y que para alguien signifique.

-En 2023 participó en “Dime con quién andas”, de Chilevisión. De ese elenco tuvo que salir Willy Semler, por una denuncia por abuso psicológico y sexual. No es el único actor en Chile que ha enfrentado denuncias.

-Creo que, en temas donde hay una denuncia de por medio, es una responsabilidad personal. No siento que sea una generalidad. Sí creo que hay que hacerse cargo, ver por qué uno se creó una situación así. Estuve muy metida ahí, porque era mi marido en la teleserie. Me afectó directamente. Tuvieron que cambiar muchas cosas, se encareció la producción porque hubo que alargar; en fin, las historias cambiaron completamente.

Pienso que son tus acciones las que van determinando las creaciones que se te van presentando en la vida. No creo que venga de la nada. Se habla mucho de que no se pueden comprobar los abusos ni el cómo. Pero tenemos que avanzar hacia una posibilidad de investigación, de creer en las víctimas, de que existan las condiciones legales para que eso efectivamente ojalá nunca prescriba. Porque un abuso o una violación a una mujer o un hombre es un daño traumático de por vida, que cada cual vive los tiempos que necesita para poder decirlas, hablarlas, denunciarlas. Entonces es muy delicado.

-¿Y esta visión aplica para el caso de Cristian Campos?

-¡Sin duda! Es muy delicado. Tiene que investigarse igual, aunque haya prescrito. Es necesario.

-Pasa que este caso involucra a una familia completa. A la mujer de Campos, a los hijos de Campos, a su exesposa, Claudia di Girolamo. Es algo que está dentro del ecosistema. Como se usa en el tenis, de “la familia actoral”.

-Sí, pues. Son todos miembros del arte desde hace muchos años, con mucha presencia. Pero hay personalidades individuales y responsabilidades, desde quien denuncia hasta quien está siendo denunciado. A mí lo que más me impacta y me violenta es la facilidad que tenemos para enjuiciar. Vivir esto a través de las redes sociales. Cómo la gente siente con el derecho de decir a quién le creen. ¿Por qué? ¿Qué saben? ¿Qué sabe uno de lo que se vive en una habitación cerrada entre cuatro paredes? Tú no tienes idea y no puedes meterte ahí. Los únicos que pueden son la persona que denuncia, que tiene la valentía de denunciarlo, y la persona que es denunciada, que tiene que enfrentar aquel momento con su verdad, ir profundo en los marcos legales que tengamos. Pero no podemos generar un circo enjuiciador desde fuera.

-Y de cancelación, porque los denunciados, tanto Semler como Campos, se han visto sin trabajo. Tienen que salir de una obra o de la teleserie en la que están. Se ven marginados.

-Exacto. Yo creo que, en todo este tipo de denuncias, que partieron en Estados Unidos con “Ni una menos” y todo este feminismo power, aún estamos en el centro del movimiento. No tenemos la claridad aún para generar un modus operandi, para que eso no pase o para que pase cuando ya haya una sentencia. Todo esto del juicio social, que se hace desde la violencia más absoluta, para ambos lados, porque no se salva nadie, no nos ha permitido tener una visión de cómo generar un protocolo.

Siento que estamos en un embrollo. Por ejemplo, mis amigos que hacen clases en universidades ya no pueden decir nada, se autocensuran y, por supuesto, no saludan ni de mano a nadie. No se acercan, no pueden. Pero nuestro trabajo es muy de “pon la mano acá”, de “permiso”. Y todo, finalmente, se produce desde una percepción de algo. Es un momento muy nublado, muy poco claro.

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