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Reportajes

8 de Junio de 2024

Relaciones “casi algo”: cuando el vínculo sentimental no llega a formalizarse y uno de ellos queda anclado entre las dudas y la idealización

Ilustración: Camila Cruz

Estar en "casi algo" significa una relación con más intensidad y pasión que un pololeo a largo plazo, pero que no significa nada a la vez. La tendencia a vivir la euforia del amor sin compromiso da la ventaja o desventaja de romper cuando uno de los dos, simplemente, quiera otra cosa. ¿Pero cómo sobrevivir el dejar ir algo que tiene todo para ser bueno? “Los estudios muestran que el apego recién aparece a los dos o tres años en un vínculo de pareja”, explica el psicólogo Felipe Lecannelier. “No puedes tener 'responsabilidad afectiva' con alguien que llevas dos o tres semanas. Ésta se construye cuando vs al otro como alguien que no existe solo para ti”. Aquí, dos historias para entender el dilema entre la libertad y el deseo de compromiso cuando se vive la ilusión de las primeras citas.

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Algo pasa cuando alguien le sostiene la torta de cumpleaños a otra persona. Es como un símbolo, o una declaración. Quien lleva las velas suele ser alguien importante. Cercano. El que va salir en la foto que va a quedar para el recuerdo. Juan Francisco Concha (29) estaba casi listo para ser esa persona cuando le sostuvo su torta a Trinidad (28).

Era el cumpleaños familiar. Ya habían cenado varias veces todos juntos. De hecho, antes de cantar el cumpleaños, Concha estaba haciendo las hamburguesas en la parrilla con el papá de Trinidad, mientras conversaba con una tía y una prima de la familia extendida. “Todo lo que hice es lo que hace un pololo. No un pinche”, comienza a contar. Se habían conocido hace tres meses.

Lo de “casi” es porque le faltó una semana a Juan Francisco Concha para pedirle a Trinidad que formalizaran la relación. Fue casi algopara él, un término que se usa para describir “un vínculo romántico y sexual que involucra apego, deseo y expectativa sin el compromiso claro y los acuerdos típicos de una relación formal”, según Javiera Urrutia, psicóloga de la UCEN y sexóloga especialista en terapias de pareja. 

Antes de conocer a Trinidad, Juan Francisco Concha había tirado un anillo de compromiso al río, había llorado y sus amigos lo habían abrazado. Sintió que de ahí en adelante, nada podía ser tan doloroso como haberse separado de alguien que creía que iba a ser su esposa.

Hasta que meses después se vio tirado en su cama, desbloqueando por enésima vez el Instagram de Trinidad, su “casi algo”, y dudando si volver a agregarla o no. 

Se habían conocido por la aplicación de citas Bumble a principios de junio de 2022. Ella reconoció en una de las fotos de él al personaje Hollow Knight de un juego de video de Nintendo. Conectaron de inmediato, los dos se consideraban gamers, amantes de Minecraft, de Smash, de Mario Party, Mario Kart, Mortal Combat y otros. “Obviamente mi cerebro empezó a idealizarla al tiro”, cuenta Concha. “Nunca había salido con una mujer que tuviese gustos tan parecidos a mí”.

La primera cita fue en el bar de juegos Insert Coin, apostando pagar los tragos cada vez que alguien perdía. Trinidad ganaba en los juegos de pelea y celebraba echándose el pelo para atrás y soltando una carcajada. Juan Francisco ganaba los juegos de carreras y pedía tragos completamente distintos a los de ella para probar cosas nuevas. Esa noche no se dieron un beso, pero sí en la segunda cita. Y en la tercera. Y en la cuarta. Hasta que dos semanas después, recostados en la cama, ella le preguntó:

—¿Tú qué esperas de esta relación?

Algo fugaz pero intenso

En Chile, la tendencia a estar feliz con la pareja es más alta que la del promedio mundial, según un estudio IPSOS 2023. El 83% de las chilenas y chilenos se sienten amados y el 73%, al menos, se siente complacido romántica y sexualmente. Pero no se habla del tiempo que dura esta satisfacción. “Hay personas que me dicen que a las dos semanas de salir con alguien ‘han encontrado el amor de su vida’”, relata el doctor en Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, Felipe Lecannelier. “Pero uno se empieza a dar cuenta que lo que están buscando realmente es una sensación más que un vínculo”.

Esa adrenalina del principio del amor se convierte en una especie de droga. Carla Inostroza, que tiene 21 y es youtuber, se reconoce como parte de una “generación muy libre, que no le importa darse piquitos entre las amigas y besos con los amigos, pero que aún así quiere algo monógamo y territorial”. 

Inostroza había terminado una relación larga hace unos meses. Buscaba mantener un estilo de vida en la vorágine de su canal de YouTube, los estudios y los viajes. Pero también buscaba algo que la hiciese olvidar el dolor de su quiebre. “Extrañaba estar con alguien”, cuenta hoy. Según Lecannelier, tendría sentido, pues “nuestra mente sale de la anestesia desapasionada en la que vive el día a día, gracias a esta droga de amor que te hace sentir vivo nuevamente”, dice. 

Su “casi algo” llegó después de varios que intentaron tener una relación seria, según cuenta: “Él era súper amable, súper caballero, me trataba súper bien. Pero yo a veces quiero estar sola y después tener cosas más casuales. Si alguien me demuestra que quiere estar conmigo, me puedo poner a disposición de eso, pero siempre y cuando cumpla mis requisitos”.

Él tenía 28. Ella cuenta que se sentía querida y atendida. Por su parte, lo invitaba a comer, le compraba velas románticas para su casa, se iba a dormir con él. Pero, a la hora en que él quiso comprometerse, ella cuenta que pensó: ’Pucha, si me esperas igual podría. Pero en realidad, no me gustas tanto’. Él le dijo que la quería. Ella, le dijo que lo pasaba bien.

Lo que uno quiere pero el otro no

En un viaje a Europa, Carla Inostroza empezó a subir historias con otros hombres a su Instagram.  Él le dijo que esas fotos le habían dolido. Ella le preguntó por qué, “si yo siempre dije que no iba a dar exclusividad”, recuerda. Luego acordaron ser “amigos con beneficios”. Cuando intentaron verse de nuevo después del viaje, él le contó que había decidido volver con su ex. 

La confusión, para ella, fue claridad desde un principio. “No soy una persona celosa, pero sí territorial. Sé mucho lo que valgo y siento que no soy una persona que alguien pueda reemplazar muy fácil. Si hay alguien que es un ‘casi algo’ y quiere estar con más personas, le digo: ‘Adelante. No van a ser mejor que yo’. Soy más permisiva en ese sentido”.

Si no es la estabilidad y la exclusividad lo que en este caso entrega la satisfacción, sí lo es conseguir una gratificación personal. Según Javiera Urrutia, esos deseos solo dependen de cada uno. “¿Podría haber una menor satisfacción en los ‘casi algo’ que en una relación con más inversión emocional y compromiso? Sí. Pero esto no es una regla general. La satisfacción depende de las necesidades y expectativas individuales”, dice. 

Carla Inostroza explica que a pesar de que entiende el dolor de su “casi algo” después de verla con otros hombres, ella dijo lo que quería desde un principio. “Sé que para él fue decepcionante que solo le dijera que la pasábamos bien cuando él buscaba más. Pero soy súper clara con lo que quiero. Y lo que quería, era no comprometerme con él ni con nadie”, dice. 

Juan Francisco Concha, por el contrario, recuerda que su relación de tres meses tuvo todo, menos esa claridad de que Trinidad no quería comprometerse. Eso lo hizo ilusionarse.

“Estábamos acostados y me preguntó qué era lo que quería. Yo, dado que ella era gamer, que teníamos muchos puntos en común, que podíamos salir a carretear juntos y que veía que lo pasábamos bien, le dije que esperaba algo más serio. No sabía si ponerme a pololear al tiro, pero sí quería que fuera algo exclusivo”, cuenta.

La euforia del “casi” pero no del “algo”

Según Felipe Lecannelier —quien además es académico de la Facultad de Medicina de la Universidad Central—, hay una idealización utilitarista que se produce en el cerebro en estas relaciones intensas pero de corto plazo. 

“Lo que pasa es que la idealización es tratar a un otro como objeto”, dice. “Es como decir: ‘Yo necesito sentirme bien contigo. Necesito escapar de mi vida en este vínculo contigo’. Entonces el cerebro construye una imagen del otro que es irreal, pero que a uno le interesa tener de la persona para poder vivir esa pasión que me permita drogarse un rato”, explica.

Esa noche Trinidad le dijo a Juan Francisco Concha que ella quería algo más libre, pero que se quedó con él, porque le gustaba. “La vida, por decirlo así, fue tendiendo hacia lo serio”, relata Concha. 

Después vinieron cuatro cenas con los papás de ella, una con los papás de él. El cumpleaños familiar de ella. La pregunta de su papá a él sobre si esto era algo “serio”. Su respuesta fue afirmativa. “La Trini no evitaba que yo fuese a cenar con sus papás. Entiendo que si vivía con ellos no había de otra, pero igual, fueron muchas veces y había una conexión”, dice. 

Más citas, más conocer a los amigos y a la familia, más videojuegos, un mundo de Minecraft construido por los dos para compartir. Cuando pasaron tres meses, Juan Francisco Concha le iba a pedir pololeo. Dice que esperó tanto porque Trinidad le había contado que ella nunca había estado en pareja antes. Ésta era su relación más seria. “Me contó que nunca le había presentado alguien a sus papás. Yo le bajé un cambio al tema del pololeo para que la Trini estuviera más cómoda”, dice. 

Llegó el sábado y fueron a un cumpleaños de un amigo de él, donde también habían amigas de ella. Lo pasaron bien, se sacaron fotos bailando, se dieron besos y se fue cada uno a su casa. A la mañana siguiente, él le mandó un mensaje como era su costumbre: “Gracias por acompañarme, lo pasé muy bien”, decía el WhatsApp. “Sí, lo pasé bien también”, le mandó ella. Concha recuerda hoy que algo ya se sentía cortante en esa respuesta. El lunes, le escribió para coordinar una nueva cita. Le iba a pedir pololeo. Ella le dijo que estaba ocupada, que hablaran a la noche. 

“No me respondió en todo el día. En ese momento no me pasé rollos, porque sabía que su trabajo era demandante. Pero después traté de hablar con ella y me puso otra excusa. Pasó el martes, el miércoles y el jueves sin hablar. Ya era raro”, cuenta. 

El dilema de la responsabilidad afectiva en tan poco tiempo

Y aquí, lo doloroso.  “La desaparición sin explicación puede romper la ilusión o idealización que la otra persona ha construido, ya que la persona no tiene una comprensión clara de lo que salió mal”, dice la psicóloga Javiera Urrutia. Concha no entendía nada hasta que el sábado le escribió que no le gustaba el ghosting la desaparición sin explicación de una persona en cualquier vínculo que involucre afecto—. La respuesta llegó el domingo. 

—‘Esto tomó mucho vuelo. No me siento lista. Adiós’, cuenta él que decía.

“Yo no lo podía creer”, continúa. “Le dije que me parecía una falta de respeto que terminara conmigo por mensaje pensando en todo lo que habíamos vivido. ‘Me invitaste a tu cumpleaños, te sostuve la torta, conocí a tus amigos, conocí a tu familia. Tenemos un mundo de Minecraft juntos’, le puse por WhatsApp. Fue muy doloroso, porque para mí, es algo que hasta la fecha no tiene explicación”. La bloqueó de sus redes inmediatamente. De ahí en adelante, las noches pensando en desbloquearla y volver a hablarle. Y no lográndolo. 

El concepto de responsabilidad afectiva como tal no existe en la RAE, no tiene una definición certera. Pero “responsabilidad” sí aparece como la capacidad existente en todo sujeto de reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado “libremente”. También como “deuda, obligación de reparar y satisfacer (…) a consecuencia de un delito, de una culpa o de otra causa legal”. ¿Hubiese sido menos doloroso si Trinidad no le hubiese adeudado a Concha la explicación de su decisión?

“Los estudios muestran que el apego recién aparece a los dos o tres años en un vínculo de pareja”, explica Lecannelier. “Llega cuando la pasión se acaba y el otro ya no es solo un objeto para satisfacer pasiones y escapar de la vida. No puedes tener ‘responsabilidad afectiva’ con alguien que llevas dos o tres semanas. Ésta se construye cuando ves al otro como alguien que no existe solo para ti”.

“Casi algo” para respetar la libertad, pero no tanto para prevenir el daño del que quiere pasar del casi al algo. No es fácil darse cuenta si se está ilusionado e idealizado. 

“Todavía me acuerdo de lo que me hizo la Trini y me duele, porque siento que se escapó algo que podría haber sido bueno. Trato de pensar si es que hubo alguna señal y no la encuentro. Solo puedo hacer una hipótesis pensando que el hecho de que con 27 años no hubiese tenido una relación seria ya era una red flag. Pero, para mí, éstas se trabajan, no se evitan si te gusta mucho la persona. Quizás… leí mal”, lamenta hoy Juan Francisco Concha. 

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