Columna de Carolina Urrejola: Menos onda que una primaria

Llegamos al día que no le importa prácticamente a nadie, salvo a los candidatos a las primarias municipales. El plato fuerte se servirá el 27 de octubre, con las elecciones de alcaldes, concejales y gobernadores regionales, que serán obligatorias. Lo cierto es que un proceso voluntario en que se enfrentan representantes de un mismo sector y, además, en un día con pronóstico de lluvia en gran parte del país, moviliza apenas. 

Más que a participar, esta elección ha motivado a sentarse con un paquete de cabritas a mirar cómo se pelean por el cupo representantes del mismo sector político. Especial encono ha habido en comunas emblemáticas de la derecha, como Lo Barnechea y Puente Alto. En la primera, el actual alcalde UDI decidió apoyar al candidato de RN y no al postulante de su mismo partido. La campaña ha estado ruda, al igual que en Puente Alto, donde Karla Rubilar, apoyada por el alcalde Codina, defiende su derecho a disputarle el feudo a los herederos de Manuel José Ossandón. A tal punto han llegado los roces, que la propia Evelyn Matthei tuvo que intervenir. 

A propósito, la alcaldesa de Providencia y virtual candidata a la presidencia, sin duda será requerida para la foto de campaña de rigor una vez superadas las primarias. Los republicanos, por su parte, salieron a disputarle todo a Chile Vamos, en una clara muestra -una más- de que les importa poco y nada honrar los apoyos que la centroderecha les ha dado una y otra vez. Y la foto de sus candidatos será obviamente con su líder, José Antonio Kast. 

¿Con qué figura se sacarán la foto de campaña los candidatos y candidatas del oficialismo? ¿Con Bachelet? ¿Con Daniel Jadue? ¿Con el Presidente Boric? En ese sector es difícil encontrar un liderazgo claro, en parte porque sus líderes están retirados o caídos en desgracia, en parte porque gobernar desgasta y en parte porque las divisiones entre el socialismo democrático y Apruebo Dignidad han sido constantes. Difícil construir unidad así. 

Mención especial merece la impúdica busca de territorios municipales por parte de candidatos que nada tienen que ver con ellos. El llamado turismo electoral no es nada nuevo, pero resulta hasta jocoso ver las explicaciones de los aspirantes en el actual proceso: “Estudié en la comuna”, “una vez trabajé en el sector”, “yo siempre señalé mi predilección por ser candidato por acá”. Un chiste que seguramente se repetirá para las elecciones parlamentarias del próximo año. 

De hecho, uno de los artículos más vistos en The Clinic el último tiempo es precisamente “Turismo electoral o hijo adoptivo de la comuna: dónde viven los alcaldes de las 10 comunas más pobladas de la Región Metropolitana”. Matthei intentó zanjar la controversia con una frase para el bronce: “Donde la persona duerme es bastante menos importante que donde la persona trabaja y pone el corazón”.

Un poco más estimulantes pueden resultar las primarias de gobernadores. Por tratarse de la elección de un representante para toda la región, son muchos los votos en juego y ganar puede proyectar una eventual candidatura presidencial. Resulta inolvidable la primaria entre Claudio Orrego y Karina Oliva, que conforme pasaban las horas, fue entusiasmando hasta a los más escépticos. Veremos si algo así ocurre esta vez, aunque resulta improbable un batatazo en Coquimbo o Aysén, las únicas regiones con primarias. 

Que existan primarias es sano para nuestra democracia. Lo lamentable es que la ciudadanía siga sintiéndose ajena a la definición de sus autoridades comunales, ya que inciden directamente en las medidas que mejoran o empeoran su calidad de vida. La principal autocrítica deben realizarla los jefes comunales.

A fines del año 2023, la Fiscalía tenía abiertas más de 640 causas por delitos de fraude al fisco cometidos por alcaldes y/o funcionarios municipales. En los últimos meses, casi diez alcaldes y exalcaldes han sido formalizados, algunos de ellos muy mediáticos como Cathy Barriga, Raúl Torrealba o Daniel Jadue.

La sensación generalizada es que a los municipios se llega a servirse y no a servir. La crisis institucional afecta hace años a las administraciones comunales, y nada indica que se esté abriendo un camino para recuperar la integridad en las alcaldías y terminar con las malas prácticas.