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Opinión

14 de Junio de 2024

Columna de música de Felipe Rodríguez | Estadio Monumental y Paul McCartney, un matrimonio difícil

Foto: AgenciaUno

La reciente confirmación de una nueva visita del cantante Paul McCartney dejó a sus fans contentos, pero decepcionados por el recinto en que se realizará: el estadio Monumental. En su columna de hoy, Felipe Rodríguez analiza este aspecto. "Santiago no cuenta con lugares que resulten gratos para los que tienen el hábito de asistir a espectáculos en vivo. Salvo el Nacional o el Movistar Arena, los demás son recintos irregulares", escribe. Y añade: "Si queremos que en el futuro Chile siga en la pole position de los tours de los artistas más populares en su paso por Sudamérica, es perentorio habilitar lugares cómodos, con conectividad y buena infraestructura acordes a los precios que se cobran".

Por Felipe Rodríguez

Los datos son contundentes. Dos de los conciertos más multitudinarios que se han realizado en las últimas semanas en Madrid -Taylor Swift y Duki- tienen un denominador común: el estadio Santiago Bernabeu. Remodelado estructuralmente, el recinto cuenta con una capacidad de 65.000 personas para espectáculos que no son futbolísticos y una vista privilegiada desde todos los sectores. La prensa ha calificado el lugar como una mina de oro para el Real Madrid, el equipo más ganador de Europa, por la cantidad de eventos extradeportivos confirmados para lo que resta del año y el que viene, con figuras de alcance masivo como Karol G y Luis Miguel, entre otros.

El diseño del nuevo campo deportivo es fascinante. El pasto está dispuesto en diferentes planchas, las que son retiradas a través de un sistema de automatización que “guardan” el césped hasta a 35 metros de profundidad para que permanezca en un estado privilegiado cuando se jueguen los partidos. Y cuenta con una cubierta que en 15 minutos se cierra para disminuir el potencial ruido que genera la música y para prevenir en caso que existan lluvias.

La industria de la música en vivo -que es la que genera más dinero en el área entretenimiento ahora que las ventas de discos son bajas- evoluciona a ritmo vertiginoso, con una velocidad abismante. Lo vimos el año pasado con The Sphere, el nuevo y futurista espacio para eventos musicales situado en Las Vegas e inaugurado en septiembre pasado con una residencia de U2, interpretando de principio a fin uno de sus discos más revolucionarios, Achtung baby (1991).

Aunque con precios prohibitivos para una gran mayoría -1.200 dólares por persona en aquellas sesiones-, el recinto para veinte mil personas marca el nuevo horizonte de la experiencia de los shows en vivo, con una edificación esférica, pantallas LED con la mejor resolución del mundo y 164.000 altavoces.

Esta semana se confirmó una nueva visita de Paul McCartney a Chile para el 11 de octubre –quizás la última al país dado los 82 años que el bajista cumple el 18 de este mes- y en redes sociales los fanáticos de la leyenda de The Beatles quedaron disconformes con el estadio Monumental, el sitio elegido para su presentación.

Imposibilitados de ocupar el estadio Nacional por un partido de la selección chilena frente a Brasil, la productora reservó un lugar que tiene quejas justificadas. “Es un estadio que deja bastante que desear. Los baños son inmundos”, “las cinco primeras filas no se ve nada por el acrílico”, “pésimo sonido en el estadio Monumental. Paul sonaría mejor hasta en la estación Mapocho” y “siempre es una mala experiencia el Monumental y más aún con esos precios”, eran descargos que se repetían en internet.

Estadio Monumental. Foto: AgenciaUno.

Más allá de las hordas de haters tradicionales que desprecian todo y no aportan nada, Santiago no cuenta con lugares que resulten gratos para los que tienen el hábito de asistir a espectáculos en vivo. Salvo el Nacional o el Movistar Arena, los demás son recintos irregulares. Y qué decir de provincias, prácticamente inexistente al arribo de grandes figuras de la música, por la absoluta orfandad en la oferta de sitios de calidad habilitados para grandes actos masivos.

Para un asiduo asistente al estadio Monumental, las señales son inequívocas. Desde su fundación el 30 de septiembre de 1989 a la fecha, la modernización ha sido prácticamente cosmética. Los asientos se han individualizado, pero los ingresos y las comodidades son mínimas. Los baños, en galerías y tribuna andes, siempre cuentan con poco aseo y mal olor y las separaciones entre cada sector son de aspecto profundamente carcelario, plagadas de rejas con puntas para que los espectadores no puedan pasar –colarse, mejor dicho- a un lugar que no les corresponde.

Esa situación, por ejemplo, ha generado problemas que no han tenido solución ni tampoco las ganas de mejorar de parte de Blanco y Negro, la concesionaria que regenta a Colo Colo. Ya en 2018 –hace largos seis años-, no se podían ocupar las filas que estaban más a ras de la cancha porque el acrílico imposibilitaba tener una buena visión de lo que pasa en la cancha. Una situación similar a la que sucede en la separación de las galerías con las tribunas que, debido al exceso de rejas, también suman a la dificultad de presenciar un evento –ya sea deportivo o artístico- como debiese ser.

¿Debería haber un lugar exclusivamente para conciertos? ¿Las sociedades anónimas que manejan los clubes con estadio propio tendrán previsto sumarse a la tendencia de las grandes instituciones deportivas del mundo que hacen caja tanto con los eventos como con el fútbol? Al menos, un club chileno está mirando el negocio con profesionalismo.

El nuevo estadio de Universidad Católica, que será el más moderno de Sudamérica –y que espera reestrenarse para el primer tercio del año próximo-, recibió críticas porque el nuevo césped será sintético. Bajo esa decisión antifutbolística, sin embargo, su dirigencia está plasmando su gestión mirando al horizonte. Como prácticamente durante tres meses al año no hay fútbol, podrán arrendarlo para espectáculos musicales. Y tener pasto artificial, es indispensable para que la cancha no se estropee cada vez que hay un concierto mientras se desarrolla el campeonato.

Hace unos días, un amigo me comentaba que le resultaba extraño que las inmobiliarias en Chile tuvieran tan escuálida capacidad de innovación. A su parecer, le parecía extrañísimo que debido a la cantidad de millones que mueven la industria de la música en vivo –con un crecimiento de casi un 30% en la última década exceptuando la pandemia, según cifras oficiales-, ninguna hubiese edificado un recinto exclusivamente para esa actividad.

Si queremos que en el futuro Chile siga en la pole position de los tours de los artistas más populares en su paso por Sudamérica, es perentorio habilitar lugares cómodos, con conectividad y buena infraestructura acordes a los precios que se cobran. De lo contrario, los haters de redes sociales seguirán protagonizando sus cruzadas contra las productoras que traen –o dejan de traer- a los shows de primer orden mundial.

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