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Opinión

16 de Junio de 2024

Columna de Marco Moreno | Delfines e Independientes: nuevos actores del paisaje político chileno

Foto: AgenciaUno

Los resultados de las pasadas elecciones primarias para alcaldes y gobernadores abren la puerta para diferentes análisis. Marco Moreno, columnista de The Clinic, explica que podemos observar una "proliferación de los llamados delfines políticos y el ascenso de los independientes". Y añade: "La palabra 'delfín' proviene del título nobiliario 'Dauphin' utilizado en la Francia medieval para designar al heredero al trono". El principal desafío frente a estas nuevas figuras es que los diferentes partidos políticos deben pensar "cómo seleccionan y apoyan a sus candidatos. La dependencia de los delfines puede ser vista como una estrategia para preservar el poder, pero a largo plazo, podría erosionar la base de apoyo del partido si los votantes sienten que no hay espacio para la renovación", escribe Moreno.

Por Marco Moreno

Los recientes resultados de las elecciones primarias para alcaldes y gobernadores en Chile han puesto de manifiesto un fenómeno político que está modificando el paisaje político y que se expresa en la proliferación de los llamados delfines políticos y el ascenso de los independientes. Ambos actores están redefiniendo el panorama político chileno, presentando desafíos significativos para la salud de nuestra democracia y la vida de los partidos políticos. 

Los llamados “delfines”, o sucesores designados por las figuras y estructuras de poder establecidas, mostraron una vez más su influencia en estas elecciones. La palabra “delfín” proviene del título nobiliario “Dauphin” utilizado en la Francia medieval para designar al heredero al trono. Este uso metafórico refleja la idea de que el “delfín político” es el heredero aparente dentro de una estructura de poder específica.

En cierto modo los delfines simbolizan la continuidad dentro de las estructuras de poder tradicionales. Su ascenso, a menudo predeterminado por líderes (alcaldes y parlamentarios) y aparatos partidistas, puede menoscabar la competitividad política, cerrando el espacio a nuevas ideas y figuras emergentes que podrían revitalizar el espectro político.

Además, al privilegiar la lealtad sobre la competencia y la meritocracia, los partidos corren el riesgo de alejar a su base, desincentivando la participación de sus miembros y reduciendo su relevancia en la vida pública.

Algunos casos en las recientes elecciones primarias parecen confirmar estas prácticas. En la comuna de La Florida se impuso Daniel Reyes reconocido como el “delfín” del alcalde Rodolfo Carter. En Puente Alto la candidata y también “delfín” del alcalde Codina, Karla Rubilar, ganó por una amplia mayoría. Otros no corrieron la misma suerte como fue el caso de José Ruiz “delfín” de la alcaldesa de Peñalolén, Carolina Leitao.

En las elecciones de octubre próximo otros delfines suenan con fuerza. Tal es el caso de Jaime Bellolio ungido por Evelyn Matthei en Providencia. También Fares Jadue concejal de la comuna de Recoleta apoyado por el alcalde Jadue o Carla Meyer en Valparaíso a quien el alcalde Sharp presentó como su candidata a sucederlo. 

El candidato a alcalde de La Florida, Daniel Reyes, acompañado por el alcalde Rodolfo Carter, votando en la Mesa 50 del Colegio Santa María. Foto: AgenciaUno

En los casos reseñados y otros habrá que esperar los resultados en las urnas para ver si los alcaldes promotores de sus candidaturas (en estas y otras muchas comunas) logran traspasar su apoyo a sus delfines.

Mas allá de sus capacidades y competencias, cuestión que se valorara si son electos y en su gestión, su presencia plantea problemas fundamentales para la democracia: limitan la renovación interna de los partidos y pueden percibirse como una barrera para la verdadera competencia democrática. Este enfoque en la continuidad puede desmotivar a los nuevos talentos dentro de los partidos, que ven pocas oportunidades para ascender a menos que se alineen con el liderazgo existente.

Por otro lado, no siendo un fenómeno estrictamente nuevo, observamos como los candidatos independientes siguen ganando terreno en la política chilena. Su creciente presencia representa un desafío para el vapuleado sistema de partidos y para la salud de nuestra democracia. Este dato es la expresión inequívoca del descontento con los partidos.

Ciertamente su éxito es indicativo de un deseo de representación más auténtica y de políticas que respondan directamente a las necesidades locales, sin la intermediación de las grandes estructuras partidarias. Sin embargo, este auge también presenta desafíos: la fragmentación del voto puede llevar a una mayor polarización y complicar la formación de gobiernos estables. Además, la falta de experiencia y de una red de apoyo estructurada puede resultar en ineficacias y en una política reactiva más que proactiva.

En las primarias del 9-J el dato de la votación alcanzada por los candidatos independientes en cada uno de los pactos confirma su ascendiente: 59% de los votos (66.374) de Chile Vamos (RN, UDI, Evópoli) fueron a independientes en tanto que en el pacto oficialista fue el 24% (41.040). Quedó claro que los partidos no movilizaron mucha gente. En los casos que lo hicieron sus militantes y simpatizantes votaron mayoritariamente a candidatos independientes. Esto resulta paradojal.

Los desafíos que instalan los llamados delfines e independientes son cruciales para los partidos políticos, que necesitan reevaluar cómo seleccionan y apoyan a sus candidatos. La dependencia de los delfines puede ser vista como una estrategia para preservar el poder, pero a largo plazo, podría erosionar la base de apoyo del partido si los votantes sienten que no hay espacio para la renovación. Los partidos deben fomentar un sistema más abierto y democrático que permita el surgimiento de nuevos líderes a través de procesos transparentes y justos.

Asimismo, la respuesta a la emergencia de independientes debe ser una reflexión sobre cómo los partidos pueden volver a conectarse con sus electores. Esto implica no solo abrir espacios para nuevas ideas y personas, sino también adaptar las plataformas políticas para responder de manera más efectiva a las preocupaciones actuales de la población.

La irrupción de delfines e independientes plantea un dilema central para la democracia chilena: ¿cómo equilibrar la necesidad de estabilidad y continuidad con la urgencia de innovación y representatividad? La respuesta a esta pregunta definirá la salud y la dinámica de nuestra democracia en las próximas décadas. Resolver este dilema es crucial para asegurar que la política chilena pueda evolucionar de manera que responda efectivamente a las necesidades de todos sus ciudadanos.

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