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Opinión

22 de Junio de 2024

Columna de Hugo Herrera | Irací Hassler y Mario Desbordes: comunistas y fabianos en la disputa por Santiago

En su columna de hoy, Hugo Herrera hace un análisis de la situación electoral de Santiago mediante una comparación entre los comunistas y fabianos del Reino Unido y los símiles que ve en Chile. "En lo inmediato, el principal hito de la mentada disputa se libra en la capital del país, Santiago. La encabezan una militante comunista y un fabiano de centroderecha", dice Herrera, quien ha sido consejero político y encargado programático de la campaña presidencial de Mario Desbordes. Y hace una comparación: "Si en los hechos Hassler ha estado por restarse a los acuerdos y privilegiar las vías de hecho, el camino de Desbordes ha sido el de la conversación, el acuerdo y la paz (...) En esa disputa, no es improbable que los comunistas acudan a 'la calle', que se transforma rápidamente en 'guerra sucia' o franca violencia. No está de más advertirlo cuando se trata de una elección tan relevante".

Por Hugo Herrera

Quinto Fabio Máximo fue un político y militar romano que, ante la incapacidad notoria de sus ejércitos de derrotar en campo abierto al invasor Aníbal Barca, dispuso sus tropas para una guerra de hostigamiento a las fuerzas cartaginenses y sus líneas de aprovisionamiento. La estrategia de una guerra extendida en el tiempo rindió sus frutos y así, criticado en un primer momento por su morosidad, Quinto Fabio Máximo terminó siendo llamado “escudo de Roma”. Su demora salvó al Estado.

El nombre de Fabio fue escogido por aquellos reformistas británicos que, conmovidos por las condiciones de las capas pobres, eligieron seguir la “estrategia fabiana”: de avance paulatino, de progreso ordenado, pacífico y paso a paso, más que el camino de una revolución eventualmente violenta. Desde la muerte de Marx, el socialismo tendió a seguir diversos derroteros. La gran escisión se produjo en el Reino Unido. Los discípulos de las ideas de izquierda se dividieron.

Por una parte, se perfilaban quienes esperaban o buscaban producir el advenimiento de la revolución que, gracias a la concentración del capital y al aceleramiento del partido proletario, haría saltar las instituciones burguesas. Por otra parte, se discernieron otros, los mentados fabianos, quienes pensaban no en abolir el Estado en un asalto revolucionario, sino en emplearlo para mejorar gradual pero continuamente la posición de los trabajadores. Así quedaron a un lado los comunistas y al otro los fabianos. 

En otros países la división se articuló entre partidos comunistas y socialdemócratas. La diferencia tendió a radicar en lo mismo: el compromiso de unos con la revolución, la dictadura del proletariado y la situación comunista, y el de los otros con las instituciones estatales y democráticas. 

La lucha por la integración de los trabajadores y la mejora fundamental en sus condiciones de vida se expandió también hacia sectores socialcristianos y de la llamada “tercera vía”. Partidos de centro y centroderecha, en Europa y también en Chile, hicieron suyas esas ideas de tal suerte que al partido revolucionario le quedó opuesto una alianza laxa pero efectiva: una especie de “partido del orden” con afanes reformistas.

Al pasar de las décadas, el fabianismo logró gran parte de sus fines y se ha difuminado. Hoy en el Reino Unido, no obstante que son más en el Partido Laborista, hay también fabianos entre los conservadores. La London School of Economics and Political Science es uno de sus resultados egregios.

En la gran disputa han tenido influencia, sin embargo, distintas ideologías y organizaciones sociales. El bando marxista no es siempre monolítico. Se dejan discernir posiciones más cercanas a las vías de hecho, en el extremo, a las dictaduras, incluido el camino del estalinismo soviético; de posiciones revisionistas y partidarias de vías pacíficas, como el eurocomunismo. 

En el “partido del orden”, en el sentido amplio en que lo he considerado, también son múltiples las vertientes. Han influido desde Bismarck y sus tempranas leyes sociales, pasando por el socialismo laico, el socialcristianismo y la masonería.

Ambos sectores -comunistas y fabianos- han sido decisivos. Unos en la prolongación de las dictaduras socialistas, otros en su renovación y caída.

Los comunistas chilenos han tendido hacia la vía ideológicamente más radical. Es cierto que durante la UP tendieron a ser más moderados que los socialistas. Pero eso se acabó en 1973. Cuando partieron al exilio, socialistas y comunistas siguieron rutas diversas. Los primeros iniciaron un camino de reflexión y renovación profunda. Los segundos, en cambio, se mantuvieron sin distinción clara al lado del totalitarismo.

A la dirigencia comunista se le ofreció acogida en Italia, país democrático donde primaba una visión eurocomunista. Los comunistas chilenos prefirieron instalarse en la Unión Soviética, la misma que había aplastado hacía recién algunos años con tanques la “primavera de Praga” y sometía férreamente a la disidencia.

Foto: AgenciaUno

Durante la dictadura chilena y hasta el final, los comunistas validaron la vía armada. Debe reconocérsele valentía a las cohortes de jóvenes rodriguistas. Lo que no se les puede reconocer, en cambio, es compromiso republicano y democrático a quienes continuaron validando las vías de hecho. Y lo siguen haciendo, con fórmulas ambiguas como “la calle y el parlamento” o protestas frente a los tribunales.

Desconocen instituciones básicas republicanas, como el poder judicial, cuando se procesa por corrupción a uno de los suyos y se efectúan operaciones de defensa cerril de sus dirigencias. Probablemente la culpa la haya tenido también la dictadura: al eliminar o exiliar a las cabezas más dotadas del comunismo chileno, terminó logrando que el poder lo conquistaran funcionarios de segundo o tercer orden.

Comunistas y fabianos son los que se enfrentan hoy al interior del gobierno. Ya no es el Frente Amplio el ala izquierda del gobierno. El radicalismo parece haber sido un arranque momentáneo de jóvenes burgueses. El comunismo, en cambio, es más estable. No duda en seguir apoyando dictaduras.

El FA, descompuesto ideológicamente por la derrota del primer proceso constituyente, abandonados sus cuadros por sus intelectuales (que se refugiaron en sus mullidos sillones universitarios), enfrentado a las urgencias del gobernar, dejó de jugar, por ahora al menos, un papel significativo en el radicalismo y se alinea más bien dependiendo de las circunstancias del caso respectivo, con el bando revolucionario o comunista, o el bando del orden o fabiano o socialista (el hoy llamado “socialismo democrático”). 

El fabianismo, sin embargo, es en Chile mucho más amplio que el Partido Socialista. Se lo halla en el PPD, en algunos sectores de RN, en miembros del Partido Radical, en Evópoli, en sectores moderados de centroderecha. Ahí constan mentes inspiradas por los ideales ilustrados, tamizados por dos siglos y medio de experiencia política. En ellos se combinan ideas socialcristianas y de Estado social; en torno a ellos giran también la DC, Amarillos, Demócratas. La idea estratégica del “partido del orden” la ejerce, sin embargo, el fabianismo nacional.

La disputa de los bandos es de largo aliento, décadas. En lo inmediato, sin embargo, el principal hito de la mentada disputa se libra en la capital del país, Santiago. La encabezan una militante comunista y un fabiano de centroderecha. La comunista proviene del movimiento de protesta en la base de la parte más violenta de la crisis de 2019; del bando que se negó a firmar el acuerdo del 15 de noviembre, del que insistía en avanzar por vías de hecho; que pretendió incluso que el gobierno legítimamente elegido cayera. 

El radicalismo le jugó una mala pasada al PC en la arena concreta de los municipios. Hoy es la delincuencia organizada, de distintas y sofisticadas maneras, la que tiene a Santiago en un deterioro profundo.

Al frente, se halla un fabiano en forma. Excarabinero, masón, socialcristiano, devoto de la Virgen del Carmen, cercano a un republicanismo popular, militante antiguo del principal partido de centroderecha, Desbordes encarna una combinación de reformismo y orden de estilo ciudadano, nacional, integrador.

Si en los hechos Hassler ha estado por restarse a los acuerdos y privilegiar las vías de hecho, el camino de Desbordes ha sido el de la conversación, el acuerdo y la paz. Él fue el artífice del pacto del 15 de noviembre, que puso fin a la etapa más violenta de la crisis de 2019. Él incorporó a RN a la Internacional Demócrata Cristiana, dándole un giro hacia el socialcristianismo. 

Ante un marxismo confuso, en el que se entremezclan llamados insípidos al orden con la tolerancia a la violencia privada; un marxismo cómplice de las dictaduras marxistas aún existentes a las que apoya; un marxismo que, en el fondo, se ha desentendido de las condiciones de vida de los vecinos, partiendo por el resguardo de su vida y su integridad física.

Ante un tal comunismo, el fabianismo ha puesto un candidato que luce ser plenamente consciente de que la herramienta para la mejora de las condiciones de vida de los santiaguinos es el Estado y sus instituciones; que la legitimidad política, que los espacios para los vecinos, se recuperan con un trabajo serio y persistente por la paz, la erradicación de la criminalidad, el respeto mutuo, fundamentos solo sobre cuya base cabe esperar el progreso material, cultural, ecológico, espiritual de la capital del país. 

En esa disputa, no es improbable que los comunistas acudan a “la calle”, que se transforma rápidamente en “guerra sucia” o franca violencia. No está de más advertirlo cuando se trata de una elección tan relevante.

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